Áreas Protegidas y Comunidades
IV Encuentro Nacional
IV Encuentro Nacional
Los primeros intentos animados del cine chileno datan del período silente, pero la animación nacional más antigua a la que podemos acceder hoy corresponde a 1942, año en que Carlos Trupp y Jaime Escudero, dos jóvenes y entusiastas realizadores, dieron vida a 15 mil dibujos, película animada que cuenta las aventuras del cóndor Copuchita y su pandilla, y de la que solo quedan breves fragmentos. Este especial considera un extracto de esta histórica creación junto a otros exponentes de la animación chilena, incluyendo nueve obras del destacado Tomás Welss y los largometrajes Ogú y Mampato en Rapa Nui y Papelucho y el Marciano, ambos de Alejandro Rojas, además de dos cortometrajes de nuevos realizadores. Como bonus, el especial contempla también un documental animado de cinco episodios, Pintores chilenos (Eduardo Ojeda, 1972), que relata la historia del arte pictórico en Chile hasta la década del 70.
Los primeros intentos animados del cine chileno datan del período silente, siendo filmes innovadores dentro del cine latinoamericano, a pesar de que se trataban más de dibujos que eran expuestos en la pantalla, más que animación propiamente tal. El primero de estas películas fue La transmisión del mando presidencial (1921), de Alfredo Serey y Nicolás Martínez, que escenificaba la llegada al poder de Arturo Alessandri Palma, que habría durado alrededor de 10 minutos. Tres años después se estrenó Vida y milagros de don Fausto (1924), de Carlos Borcosque, inspirado en un popular personaje del norteamericano George Macmanus, pero ambientado en Chile.
Pasarían muchos años para que el cine chileno tuviera un nuevo intento animado. A inicios de la década del 40, dos jóvenes entusiastas, Carlos Trupp y Jaime Escudero, comenzaron la aventura de hacer un filme animado protagonizado por un cóndor, llamado Copuchita. Nacía así 15 mil dibujos, un filme que tiene la leyenda de que durante su realización estuvo presente el mismo Walt Disney, quien visitó el país en el marco de una gira por Latinoamérica a mediados de 1941. Trupp y Escudero recibieron las felicitaciones del creador de Mickey, además de algunos consejos para mejorar la técnica de animación que estaban utilizando. El filme finalmente, que no superaba la media hora de duración y que incluía escenas con actores reales, se estrenó en diciembre de 1942 y no obtuvo el éxito esperado. Lo más terrible de todo: hoy sólo se conservan breves fragmentos encontrados por la familia Trupp, los que son resguardados por la Cineteca Nacional de Chile. Esos minutos, de todas formas, dan cuenta de un trabajo admirable, además de una intención clara por buscar una identidad chilena y auténtica con los personajes, sobre todo de su protagonista, el Cóndor Copuchita, un claro antecedente de Condorito, que sería creado siete años después por Pepo.
Si bien el cine chileno no vería ningún otro intento de la magnitud y ambición de 15 mil dibujos durante el siglo XX, eso no impide que desde los años 60 surjan animadores que trabajan para la emergente televisión. El popular Tevito de Televisión Nacional, el Angelito de Canal 13, o los cortos animados de Condorito, son muestras de talentos que mantienen viva la animación chilena. Uno de ellos es Eduardo Ojeda, que junto con un grupo de animadores que trabajaban justamente para Televisión Nacional, realizan en 1975 el notable documental animado Pintores chilenos, el cual es una detallada historia de la pintura en el país, con sus principales exponentes. Un filme que se dio por la pantalla chica, y que gracias a uno de sus realizadores fue rescatada y hoy es conservada por la Cineteca Nacional de Chile, y desde hoy queda liberada para su visionado.
En la década del 80 emerge uno de los nombres más importantes: Tomás Welss. Formado en Alemania, su estilo se emparenta con la experimentación, con cortos cuidadamente diseñados y animados, los que, por lo mismo, implican largos tiempo de trabajo para llevarlos a cabo. Un maestro para las generaciones siguientes, la obra de Welss es un hito dentro del cine chileno y ha sido reconocida mundialmente, a través de retrospectivas en los más importantes festivales del género. Acá es presentada casi en su totalidad, gracias a que ha depositado su obra en Cineteca Nacional de Chile para su conservación.
El siglo XXI, con el cine adentrándose en las tecnologías digitales, la animación adquiere un nuevo impulso. Surge una fuerte y destacada generación de animadores nacionales, junto con una producción de cortos y de series animadas de calidad, las que incluso son distribuidas internacionalmente. También, algunas universidades comienzan a impartir la carrera de animación. Todo esto desembocará en otro hito: el primer Oscar para el cine chileno, gracias al cortometraje Historia de un oso (Gabriel Osorio, 2014).
Pero a comienzos de este siglo, y adelantándose a este boom, el realizador Alejandro Rojas recibe la autorización de Themo Lobos para llevar al popular personaje Mampato a la pantalla grande. Es así que en 2002 se estrena Ogú y Mampato en Rapa Nui, el primer largometraje animado de la historia del cine chileno. Un filme que hoy ya es un clásico. Cinco años después, Rojas toma otro conocido personaje infantil para su segundo largometraje, adaptando la novela Papelucho y el Marciano, de Marcela Paz. Ambos filmes son presentados en este especial.
Finalmente, presentamos a dos jóvenes animadores a descubrir. Primero, el corto La periferia (2008) de Fabrizzio Bartolinni, un ejemplo de una animación contingente y crítica. Luego, Oso (2013) de Juan Pablo Méndez, que también usa la animación para hablar de la sociedad actual.
Película de Cineteca Online
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