En la época Inca, en los rituales y representaciones religiosas y guerreras, el sacerdote utilizaba una máscara diferente para cada ceremonia. En las culturas de la costa de Ecuador, existió una continuidad en la producción y uso de máscaras funerarias y ritual-festivas hasta la llegada de los españoles en 1534. En la Amazonía, las máscaras y urnas funerarias con mascarones están vigentes hasta la actualidad.
Formando parte de completos disfraces, las máscaras andinas representan a los animales sagrados (jaguar, mono, venado, oso, zorro, variedad de aves, etc.) vinculados a los rituales propiciatorios. Se utilizan pieles y plumas originales, las que son imitadas en la actualidad con otros materiales. El uso de máscaras se proyecta hasta hoy en todo el mundo andino, llegando hasta el norte y centro de Chile, en la indumentaria de rituales y celebraciones festivas y religiosas, las cuales están enmarcadas en el calendario católico, y en ellas se funde la tradición indígena con la hispana.
Las máscaras otorgan una identidad sobrenatural a su portador, ya sea con fines fúnebres
-cubriendo el rostro de los muertos para prepararlos en su viaje al más allá- para protegerse contra los malos espíritus, adoptar el espíritu de dioses y antepasados o adquirir los atributos de ciertos animales. Las caretas, por su parte, permiten ocultar la propia personalidad y asumir otra en el mismo plano humano. Las caretas populares en Ecuador están presentes en contextos recreativos; fiestas de Fin de Año, Día de los Inocentes, Carnaval, etc.