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La herencia de la ilustración danesa

Entrevista con Naya Bay-Schmith, tataranieta del ilustrador danés Vilhelm Pedersen, uno de los ilustradores de la obra de Hans Christian Andersen

El pintor Vilhelm Pedersen fue, junto a Lorenz Frølich, uno de los ilustradores con los que Hans Christian Andersen trabajó para que desarrollaran imágenes de sus cuentos y cuyas obras pueden conocerse en la exposición Había una vez… en Dinamarca, que actualmente se encuentra en la Galería Cero del Centro Cultural La Moneda.

“El hecho de que Andersen mantuviera a estos dos ilustradores muestra lo importante que fue para él. Y era en una época donde la ilustración empezó a hacerse relevante. En los cuentos de Andersen él crea imágenes, entonces uno puede decir que son fáciles de ilustrar o más bien, que son textos que invitan a ser ilustrados”, explica Trine Danklefsen, consejera de Política y Cultura de la Embajada de Dinamarca en Chile.

Organizada en conjunto con la Embajada Real de Dinamarca, Había una vez… en Dinamarca presenta una mirada al desarrollo histórico de la ilustración infantil danesa en la literatura entre los años 1835 y 2022, tomando la obra de Hans Christian Andersen como punto de partida.

“Él (Vilhelm Pedersen) quería ser pintor y él era muy buen pintor. Pero todos lo conocían por la ilustración. Pero él decía: ‘Mi alma está en la pintura’. Pero tenía un alma tan grande que daba para los dibujos también. Eso es lo que tienen estos dibujos. Mucha alma”, comenta Naya Bay-Schmith, tataranieta de Vilhelm Pedersen, a propósito de la pasión que motivaba a su antepasado.


Sobre Vilhelm Pedersen (1820-1859)

Era el menor de seis hijos y su padre falleció muy joven. A los 15 años siguió sus pasos y comenzó su carrera como grumete de la Marina Real Danesa, que, por su naturaleza mercante, le permitió viajar a distintos rincones del mundo. Sería durante estos viajes que comenzó a realizar retratos de sus compañeros de barco, los que llegaron a las manos del rey Christian VIII, quien, al reconocer su talento, le permitió tomarse cuatro años de vacaciones pagadas para que se matriculara en la Real Academia Danesa de Bellas Artes, donde estudió con el pintor Wilhelm Marstrand.

Por su parte, su tataranieta, Naya Bay-Schmith, nació en Chile y viajó a Dinamarca a conocer a su familia recién a los 18 años. Su abuela fue la primera en migrar a este país, cuando junto a su marido e hijas decidieron radicarse en Chile por algunos años en 1920, para luego retornar a Dinamarca. Un camino que la madre de Naya Bay-Schmith repetiría después de la Segunda Guerra Mundial, instalándose en distintas ciudades de Chile, entre ellas, Lota.

Es en este lugar donde pudo dedicarse a la pintura, una herencia familiar que se ha transmitido de generación en generación, siendo la misma Naya Bay-Schmith también una artista. “Eso lo llevo yo. Sé que lo llevo. Pero sin todo el legado de mi mamá conmigo no se habría desarrollado nada. Uno necesita tener a alguien que te va empujando un poco y te va abriendo la curiosidad”, aventura la tataranieta de Pedersen, mientras recuerda el interés que el rey tuvo en su trabajo.

Un ejemplo que también implementó con sus tres hijos, promoviendo un desarrollo artístico que aprovechaba los materiales de su trabajo como pintora y todo lo que estaba disponible en las distintas ciudades de Chile donde vivieron, además de Alemania. “Yo le daba rienda suelta a esto. ¡Ufff!, lo pasábamos muy bien entonces, de esa manera. Jamás hubo una diferencia y eso le interesaba más a mi niña, por lo que nunca jugaba con muñecas, nunca. Pero si le llegó alguna muñeca, la ponían por ahí y era igual que yo. Tenía 11 muñecas en un coche y estaban llenas de telarañas porque nadie las tocaba. En fin, así fue como crecieron”, detalla Naya Bay-Schmith.


Una forma de ver el mundo que coincide con la propuesta de la exposición Había una vez… en Dinamarca, que da cuenta de cómo el trabajo literario de Hans Christian Andersen se enmarca en el inicio del movimiento a favor de la infancia, conocida como “reinvención” moderna de la infancia, que las investigaciones reconocen como un cambio de paradigma, que considera a niñas y niños como sujetos sociales de derecho.

“El hecho de que Andersen fue a la Academia de Arte buscando ilustradores, muestra que para Andersen la ilustración era importante porque en ese entonces no era tan, tan común tomar tan en serio a la ilustración. Entonces, hubiera sido más fácil para Andersen buscar a alguien así, por ahí no más. Pero está claro que fue a la Academia de Arte porque quería alguien bueno. Así que eso también muestra que él desde el principio entendió la importancia de la ilustración”, agrega Trine Danklefsen.

“La belleza de los dibujos de Vilhelm Pedersen y de otros ilustradores también que trabajaron sintiendo tan a fondo el contenido de las historias”, reflexiona Naya Bay-Schmith, para quien las ilustraciones de su tatarabuelo estaban a absoluta disposición de la obra de Andersen y de sus personajes, sin importar sus orígenes. “La enseñanza más general de este hombre es cómo, de tanta dificultad salió un artista tan completo como él. Y que nunca paró de luchar. Murió muy joven”, comenta Naya Bay-Schmith.

 


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